jueves, 25 de septiembre de 2014

La gente renuncia a malos jefes



Hay varias razones para renunciar a tu chamba: sobrecarga laboral, ambiente hostil, falta de visión por parte de la empresa, te mudas fuera de la ciudad, desmotivación o no te quieren dar un aumento. Pero de todas esas razones (justificadas o exageradas), la peor es la de tener un mal jefe.

La primera vez en la que me vi obligada a ejercer esta práctica no fue por tener un mal jefe, de hecho mi primer jefe era una persona amable y tímida, incapaz de intimidar a nadie (aunque no recuerdo su cara ni su nombre). Pero no todo es color de rosa cuando tienes que adaptarte al sistema y generar ingresos propios.

En mi corta experiencia he podido trabajar con personas que francamente no estaban en la capacidad de dirigir ni su propia vida, pero por cosas del destino terminaron liderando un equipo dejando más enredos que aciertos en el camino. Pero identificar un mal jefe es fácil, lo difícil está en sobrellevar el día a día sin que termines en la clínica con gastritis o en un bar diciendo que el día lunes entregas tu carta de renuncia.

Tampoco se trata de vivir amargado porque si; sino te gustan las cosas cámbialas, la actitud es lo que cuenta. Y para cambiar la actitud sobre algo que realmente me jode aprendí a clasificar a un mal jefe según una serie de características de su personalidad y manera de actuar, de esta forma puedo estar más preparada y resbalarme como chibolo en juego inflable.

El que no sabe liderar su área
Pierde el control fácilmente y la mitad de las veces no sabe lo que está haciendo. Lo mejor que puedes hacer es ofrecer genuinamente tu ayuda para poner orden en el área porque realmente te importa tu chamba y si las cosas siguen así, todos salen perjudicados.

Tiempo de espera: Dale 3 a 6 meses para ver cómo evoluciona el sujeto, ya que debería aprender algo al fin y al cabo. Si pasa más de un año y sus jefes no reconocen tu chamba o están demasiado ciegos para ver quién es el mago detrás del truco, da un paso al costado y anda a un sitio donde valoren tu talento y capacidades; no sin antes agradecer y colgar los guantes como todo un campeón.

El que no tiene norte
Esto es más un factor externo que una mala cualidad en un líder, la diferencia está en cómo te las apañas para apagar incendios y trabajar con tu equipo hacia algo parecido a una meta. Pero a veces "your boss" puede ser un completo idiota sin proyección, estrategia o visión. Improvisar en la chamba está bien, pero no si tienes que hacerlo todos los días.

Tiempo de espera: habla con esta persona, hazle saber tus preocupaciones, sobre todo si tienes que dirigir un equipo. En caso no entre en razón, habla con "big pappa" para que le de unas nalgaditas.

El soberbio
No tienes que aguantar las bromitas del sabelotodo ridículo este. Hay formas de poner en su sitio a alguien con mucha cordialidad y clase sin llegar a las miradas de odio o comentarios cagones.

Tiempo de espera: no vale la pena mecharte con este ser humano porque digas lo que digas, siempre creerá que tiene la razón; así que evita confrontarlo en la medida de lo posible. Si eres de los que no puede quedarse callados trata de no escupirle veneno al hablar, sino dejar bien en claro tu punto de vista sin hacerlo quedar como un idiota.

El que proyecta sus problemas en la chamba
Recomiéndale que se consiga un terapeuta y que si piensa suicidarse deje instrucciones claras para no comerte toda la chamba del traspaso de información.

Tiempo de espera: hasta que surja efecto la terapia o en efecto hasta que se lance de un puente.

El que se siente amenazado
Tortúralo sicológicamente, hazle saber tu potencial al mundo y brilla cada día hasta que se queden ciegos. Habla de tus intereses y proyección profesional y al ver que la tienes más clara intentará de todo para bajarte, pero tú eres más inteligente.

Tiempo de espera: hasta que se quiebre.

Hay varios cosas inspiradas en errores propios aquí, pero la gran mayoría fueron personas reales con problemas reales en lugares reales. He tenido también jefes extraordinarios a quienes admiro hasta el día de hoy por lo que aprendí de ellos, por mi crecimiento profesional y sobre todo por el gran trabajo en equipo. Es reconfortante saber que hay luz al final del túnel y que tu trabajo habla por ti, pero aprende a manejar los hilos antes que éstos te ahorquen lentamente en un nudo chino japonés.