viernes, 27 de julio de 2012

Ejagua

Odio mi acento limeño y lo peor de todo es que no puedo evitar hablar así, mientras siga en Lima esta será mi voz. Yo siempre me jactaba de que el acento peruano es el más neutral, el más normal sin jaladitas ni cantaditas raras que delatan tu nacionalidad en un segundo o que te hacen la persona más imitable y jodible en una reunión con foráneos. Cuando estoy en otro país la gente no me dice de frente "aaa eres de Perú", siempre se confunden porque el acento es nulo, o casi nulo, muy difícil de imitar.

Todo iba bien hasta que me fui de bruces con la verdad: los peruanos SI tenemos acento. Osea no es que no lo haya sabido, porque es muy fácil detectar el acento de la selva, de la sierra y del norte. Para mi sólo había esos 3. El que recientemente he descubierto y de la peor manera, es el limeño. Este acento "limeño" (estoy hablando de un grupo de personas que se desenvuelven en un tipo de lugar con un tipo de personas, no hablo de TODO Lima) a mi parecer no es sexy, no es divertido, no es exótico, ni nada de eso.

Me parece raro que al haber vivido más de 10 años en el norte no se me haya pegado nadita del acento piurano. Y para ser honesta cuando era chibola detestaba esa ciudad chiquitita y aburrida, pero ahora que ya crecí la extraño y daría todo por conservar algo de ese letargo. Me arrepiento un poco de no haberme quedado aunque sea con mi acento piurano, el cual creo nunca tuve, que es mucho más interesante al hablar que el limeño. Ahora estoy en búsqueda de un nuevo acento, algo singular, inusitado, algo que me haga sonar como Jessica Rabbit pero a la vez conserve algo de Wall-e. 

Casualmente he estado leyendo sobre los acentos para poner en práctica mi nuevo dejo inventado y lo que encontré fue esto: El síndrome del acento extranjero. Se trata de una lesión cerebral causado por un golpe o bueno por lo que sea que te cause una lesión como rodar por las escaleras a lo Nana Calixta en María la del Barrio por ejemplo, así varios casos. No es ningún tipo de amnesia ni nada por el estilo, como el caso de un jamaiquino que se despertó una mañana con ganas de meterse su marimba matutina, cuando de pronto se encontró hablando como si fuera un chinito recién llegado a la isla del reggae, literalmente chino de risa. O el caso de un argentino que se encuentra hablando como español del siglo XVIII en Caminito. Lo más interesante de esto es que estos individuos no están relacionados con la cultura que ahora han adoptado.

¿Entonces qué hago? ¿Me empiezo a golpear la cabeza hasta encontrar el lugar donde se formatea mi acento? Suena tentador pero me imagino que por ahí voy a tocar algo que no debí y lo más probable es que me quede parapléjica, además ya suficiente tengo con las migrañas. Y aunque logre encontrar el punto exacto en donde tengo que golpearme no tengo cómo elegir o probar qué acento quiero, y la verdad que no me apetece despertar un día y hablar como rusa escandinava y que mi nombre sea Petra.

Uno de los acentos más sexys es el colombiano, no es como el Centroamericano (monopolizado por Cuba y Puerto Rico, el resto de países por más que duela no importan), es único, lindo, como aceitoso. Y no es por dármela de bacán ni nada pero me sale muy bien, en verdad podría haber nacido en Colombia y creo que mi vida hubiera sido la misma, sólo que con el acentico rico. El centroamericano tenía su magia hasta que salió todo el brote el reguetón, ahora cada vez que oigo a un puertoriqueño hablar sólo veo a Pitbull en terno diciendo: ¡Dale! o ¡mu[h]eres! Y a mi eso no me parece nada atractivo, más sensual es el martillo de  la Dra. Polo. 

Y bueno están los clásicos como el argentino, chileno y mexicano;  caracterizados por ser reconocidos así estés lejos de la persona con otitis severa luego de quedarte jato en la bañera. Eso es lo que no quiero. Busco que la gente se rompa el cráneo pensando de qué planeta he salido. El problema con el acento alimeñado de la juventud de ahora son las palabras mal empleadas con el sonidito extra que le agregan, eso es lo que realmente me desespera.

Gente que dice "Maldito". Esta palabrita se puso de moda cuando yo era una mocosa, escuchaba que los adolescentes la utilizaban y mi madre se persignaba y lamentaba por el mal uso de la palabra. Y en verdad algo de razón tenía mi madre, algo maldito es algo que ha sido maldecido por alguien. Entonces si tú me dices "Flaca te regalo una entrada para ver a Norah Jones" y yo te digo "Maldito", ¿maldito qué? ¿Las entradas están malditas? ¿Norah Jones viene con sus amigos gitanos a lanzarnos maldiciones al Perú? ¿El Papa está enterado? Me imagino que nos mandarán refuerzos. 

Me encanta mi país, lo amo; sólo estoy teniendo una lucha interna con la ciudad donde vivo. Creo que la solución va a ser internarme en alguna provincia con una alpaca amiga con la cual entablaré conversaciones para olvidarme de esta urbe gris y algún día volver con una sonrisa de oreja a oreja y miles de chompas tejidas a croché. Como mi amiga alpaca no sobrevivirá en la costa y nosé si me acepten devolución en la granja donde la compre, tendré que comérmela en alguna cena navideña.